Es aquí

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Una iluminación del 2004.

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Encontré esta carta muy emotiva que había escrito en enero del 2004, cuando tenía 17 años. Ese año fue muy especial, sin saberlo. Hice amistades entrañables, aprendí muchísimo en la universidad, y conocí al amor de mi vida. Es como si haber tenido esta iluminación hubiera desbloqueado algo en mí para comenzar a vivir mi mejor vida. Al encontrarla 20 años después, es como si mi yo del pasado en un momento de loca lucidez me abrazara desde la juventud y la ilusión. Le abrazo desde el futuro.

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Nota: en ese entonces no se sabía tan públicamente la verdad sobre Osho/Rajneesh. No había Netflix. No había Wild Wild Country. Pero el ejercicio sirvió. No me metí a su comuna ni nada.

Es aquí. oyendo a Múm y leyendo a Osho, que por una extraña y absurda (para el resto del mundo) razón estalo en lágrimas de alegría. Me siento sumergida en un tanque de agua luminosa. El agua se mete por mis narices y por las cuencas de mis ojos. A mia oídos no entra ya música. Entra agua. A mi mente no entran ya palabras. Entra agua. Todo cambia en mis cimientos. Comienzo a percatarme que la felicidad auténtica no está en ser un utensilio corporal ni un eje a cuyo alrededor todo mundo gire. Tampoco está exclusivamente en encontrar tu otra mitad, un statement al que considero patético, ya que siempre hemos sido enteros. No pares, enteros. ¿Media naranja? ¡Pero si somos humanos, no naranjas! Este caso de personalidad múltiple hombre-naranja es quizás la razón por la que mucha gente se deja exprimir. “Ni modo que me trague el jugo yo solo.” 

La felicidad absoluta está en nosotros mismos. En nuestro interior. Siempre ha estado ahí, pero su voz es muy quedita. Su canto es el más hermoso en el universo. Piensa en tu cantante favorito, piensa en un ruiseñor, piensa en el sollozo del viento a través de las ventanas en invierno, en el himno urinario del río, en la plática nocturna de los grillos. La felicidad suena setecientas veces más bello que todas esas cosas juntas. Pero su voz es muy quedita, y el llanto del caos es tan ruidoso como el ulular de una sirena, el estallido de una bomba o el grito de un secuestrado en el momento en que le arrancan un dedo. Hay que callar ese llanto por algunos momentos, aprender a ignorarlo. Así, la melodía vibrante de la felicidad se estancará en nuestra mente como una canción pop y no la podremos sacar en mucho tiempo de ahí. Y cuando salga, volveremos a buscarla en nuestras entrañas y se nos volverá a pegar. 

Sólo les aviso que busquen hacia adentro, no hacia afuera, porque la felicidad está dentro de nosotros. Cheesy, pero cierto.


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