Impertenencia atemporal

Observaciones matutinas más allá de los tiempos modernos.

Photo: Lidia Stawinska / Unsplash

Esta mañana me puse a llorar,
porque sentía que el mundo últimamente era demasiado oscuro,
demasiado rápido e intenso.
Porque sentía que no pertenecía a este mundo.
Que no había lugar en él para mí.

Qué pendejada, la verdad.
¿Cuándo he sentido que pertenezco al mundo?
¿Cuándo he sentido que hay lugar en él para mí?

Antes no había IA y sentía lo mismo.
Antes el presidente era otro, y sentía lo mismo.
En los tiempos del MySpace, del Tumblr, del MSN, del Fotolog, sentía lo mismo.
En los tiempos de los foros BBS, de las páginas de Geocities y Angelfire, del ICQ, de conectarse al Internet por el teléfono de casa, sentía lo mismo.
Antes de tener computadora en casa. Cuando ponía DVDs y CDs. Cuando ponía VHS y casetes. Cuando mi abuela vivía, sentía lo mismo.
Cuando le dabas vuelta a la ruedita del teléfono, dígito por dígito.
Cuando encontrabas lo que buscabas en la Sección Amarilla, en la enciclopedia, en el Vanidades, en el Selecciones.
Cuando un terreno en Villa de Santiago no costaba tanto. Cuando vivir en Santa Catarina no te hacía fifí.
Cuando el dólar estaba a tres pesos.
Cuando los niños sabían escribir en cursiva y script. Cuando las aves cantaban en el jardín.

Aún así, no sentía pertenecer al mundo.
Aún así, no había lugar en él para mí.

Y peor aún, estaba sin diagnosticar. Sin medicar. Sin, entre comillas, controlar.
Y todo lo que le pasaba a mi cuerpo y a mi mente era mi culpa. Mi elección.
Y ahora que estoy más o menos en orden,
que soy el sueño flaco de mi niña gorda,
que soy la adulta autista de mi niña loca,
que amo y soy amada mucho más de lo que alguna vez jamás soñé,
sigo sintiendo esa impertenencia.

Quizás la hubiera seguido sintiendo si viviera en la prehistoria, fuera una modelo súper inteligente con un harem a mi disposición, y todo esto fuera un bosque, con las aguas cristalinas y los cielos transparentes.

Quizás ningún chile me va a embonar porque la vida no se trata de que algo te embone.
Quizás nunca voy a sentir que pertenezco al mundo porque el mundo no es algo a lo que se pertenece.
El mundo es algo que se es.
El mundo es algo que se vive.
Tan imperfecto como todos.
Tan remediable como todos.
Yo incluida.

Las aves siguen cantando en el jardín.


Comments

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

More at Do it for Her

0
Would love your thoughts, please comment.x
()
x