Un poema de anciana milenial.

¿Quién lleva el registro del año?
¿Quién cuenta los daños
que sean relativos
o extraños?
Hace un parpadeo era la joven,
en dos soy el viejo.
Los ojos arden. No los cierro.
Me siento
como en La Naranja Mecánica.
Mágica, trágica,
entre la comedia y el drama
incrustada.
Entre la emergente promesa
y diva en decadencia.
Tercera, la voz de edad media
se encuentra.
Señora, señor, señorita,
con el alma aún empedernida,
esperando el momento de vida,
menores a mayores ligas.
¿Qué es esto?
Abrazar más bien debo
los tiempos, los viajes, encuentros
afuera y adentro.
Tu padre a tu edad tenía casa.
Tu hijo a tu edad tendrá calle.
¿Tú ahora qué tienes? Instantes.
Palabras, sonidos, imágenes.
La mente que duerme y renace.
El cuerpo y sus células madre.
El espíritu, anciano e infante.
Si siempre has vivido en el limbo,
este estado intermedio
no habría de incomodarte
y lo hace.
Pero el mientras tanto es lo tuyo.
Mientras te acomodas
encuentra el refugio,
escucha tus murmullos.
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